viernes, 14 de mayo de 2010

HAGAMOS UN TRATO (Mario Benedetti)

"Compañera,
usted sabe
que puede contar conmigo,
no hasta dos ni hasta diez
sino contar conmigo.

Si algunas veces
advierte
que la miro a los ojos,
y una veta de amor
reconoce en los míos,
no alerte sus fusiles
ni piense que deliro;
a pesar de la veta,
o tal vez porque existe,
usted puede contar conmigo.

Si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo,
no piense que es flojera
igual puede contar conmigo.

Pero hagamos un trato:
yo quisiera contar con usted,
es tan lindo
saber que usted existe,
uno se siente vivo;
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos,
aunque sea hasta cinco.

No ya para que acuda
presurosa en mi auxilio,
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo."

Un gran poema que me encontré en el día de hoy


Para todos aquellos que se hayan molestado en leer, saben que pueden contar conmigo...

viernes, 5 de febrero de 2010

Un día más en esta jaula de locos a la que le llaman Buenos Aires


Ayer un día más en esta jaula de locos a la que le llaman Buenos Aires. El calor era insoportable, hoy lo es aún más.

Felipe vivía al lado del ventilador, en esa pequeña casita en el tejado del edificio. El sol pega todo el día y los techos son tan bajitos que apenas se puede respirar. Algunos de los vecinos se quejan que no hace su laburo mientras él, todas y todas las tardes, menos el domingo que es su día de franco les junta todas sus bolsas de basura que dejan fuera de la puerta, en pleno pasillo.

Después de limpiar toda la ropa que tenía sucia me quedé tomando unos mates y charlando en el tejado. Poco a poco se fue haciendo de noche. Las luces de las ventanas de los edificios contiguos empezaron a prenderse y el ruido de los ventiladores se empezó a hacer latente apaciguado por los autos y los colectivos de la calle.

Como hacía tanto calor se llegaba a escuchar las conversaciones a media voz de los vecinos, los televisores prendidos, las radios,… el cuchicheo no cesaba.

Arriba, en el tejado, se estaba bien, corría un ligero vientecillo. Volvimos a las dos horas y después de haber cenado; Felipe seguía allí. Se había armado una camita entre el espacio de dos departamentos y allí estaba, tomando la luna. –Uno menos- pensaba mientras armaba la cuenta atrás para sus días de vacaciones.