jueves, 20 de junio de 2013

¿Qué tendrá ella que no tenga yo?

Hace unos días Risto Mejide escibió un artículo sobre la problemática actual del paro y de los que incansablemente buscamos trabajo, a sabiendas que muy pocos tienen el lujo de conseguirlo.

No cumples con los requisitos, ahora mismo no podemos contratar a nadie, estamos en ERE, no hablas chino, ni idea de ruso, ... todo esto y demás patrañas que hacen que tu autoestima baje a límites subterráneos, a tantos metros bajo el suelo que la luz del día es una ínfima estrella.

Cuando, por esas casualidades de la vida, te llaman para hacerte una entrevista, te vistes con las mejores galas para acudir a la tan esperada cita. Llegas, casi siempre, un poco más de 10 minutos antes no sea caso que te pierdas por el camino y no te encuentres...

Entras en el edificio y te vistes con una de las mejores sonrisas que guardas en el armario para las mejores ocasiones y te sientas en una silla no muy cómoda a esperar el interrogatorio. Cuando llega el/la gerente, intentas disimular como puedes tu nerviosismo y contestas educadamente a toooodo lo que te preguntan.

Al finalizar, encaje de manos y, en algunos casos, besos en la mejilla. Todo ha termiando. No puedes dar marcha atrás, lo que tiene que pasar, pasará. Te despides lo más amabe que puedes esperando ser la elegida, y te vas.

Al salir, una mezcla de alivio y preocupación invade tus sentimientos, ¿me llamarán?

Pasan los días y ni rastro de la llamada, estás inquieta, esperando la respuesta, mirando el móbil más seguido que de costumbre a ver si se digna a sonar... como cuando esperas la llamada de ese chico que tanto te gusta después de haber tomado algo con él... ésa es la misma sensación: la de la espera de algo que piensas que es maravillo... por motivos que se escapan de tu alcance, la llamada nunca llega.

Envías un mail de cortesía esperando el si y la respuesta es: Lo siento, hemos elegido a otra candidata.

Se te cae el mundo al suelo, las ilusiones proyectadas se desvanecen y es entonces cuando irremediablemente piensas: ¿qué tendrá ella que no tenga yo?


No busques trabajo - Risto Mejide